Creatividad y Expresión

"...no es sólo registrar y reconocer el mundo exterior a través de las puertas de los sentidos, sino también interpretar CREATIVAMENTE el mundo interior y verterlo al exterior."

C. G. Jung

domingo, 10 de octubre de 2010

Reflexiones sobre proceso de composición "Un, dos, tres..."

…esa soledad

En el momento previo a que todo comience, observo la distancia que hay entre ell@s y yo. En ese momento, me siento sola. Pienso en la cantidad de veces que, aún estando cerca de alguien, lo sientes tan lejos. Entonces todo comienza. En el primer giro, caras amables, jugando, sonriendo, disfrutando. Vuelvo a ocultar mi mirada satisfecha, contenta, con una cierta sensación de que todo está en su lugar. En cada giro, me muestran una pequeña transformación. Como si una nube negra lo cubriese todo, van poco a poco mostrando su sombra. No quiero que se acerquen. Es casi una necesidad de protegerlos; ¿es que creen que a este lado se estaría mejor?, ¿por qué luchan por ”llegar”?. En cada giro, me gustaría gritar: ¡no os acerquéis!, ¡Permaneced inmóviles!, ¡Seguid jugando!...pero ya es demasiado tarde. Se han convertido en lobos. Ya no ven al otro, ya no me ven, ya no se ven, ya están condenados a ocultar su miseria como yo misma oculto la mía y corro para no verlos, para no verme. Entonces, de nuevo, la soledad, esa que nos persigue cada día. Esa soledad de los semáforos, de los transportes, del caminar en la gran ciudad. Esa soledad del anonimato, de lo perecedero, de lo cotidiano. Ya no hay vuelta atrás. Ocult@s al otro y a lo otro, cada cual se encierra en su propia soledad….esa soledad.
Quizás por el frío, quizás por la dinámica, de pronto, me quedo en un silencio, con los brazos tapando los ojos, escondiéndome. Entonces, sólo puedo ver un poco, a través del hueco, el suelo de la sala. Así me quedo un tiempo que me resulta eterno y descubro lo agradable que es estar así, al margen de todo lo que ocurre alrededor. Entonces, surge una imagen ancestral: un pequeño hueco entre la cama y la pared. Un espacio ínfimo donde sólo una niña puede entrar. Allí, escucho lo que ocurre fuera y no me muevo, algo me apabulla, me amenaza. No deja de ser un juego pero me siento protegida. Así, inmóvil pero atenta, pongo toda mi atención en un punto de luz que llega desde el pasillo. Veo con los oídos y no me muevo. Probablemente aquello que me amenaza no está fuera, sino dentro. Eso lo descubriré después, con el tiempo.
Vuelve la imagen de la sala, los sonidos de los otros que siempre te dicen dónde estás y dónde ubicarte. Recupero la dinámica. No me apetece correr; no siento necesidad. Hace frío y me duelen los pies. Aprovecho los silencios de los otros, todos ocultos, tras sus propios brazos, para observar. Pienso “si ellos no me ven, entonces puedo observarlos”. Cuando los veo en su personal forma de desaparecer me pregunto: ¿desde hace cuánto que estoy ausente?; ¿Llegaré alguna vez a abandonar el hueco entre la cama y la pared?...después, aparece otro pensamiento: una frase que he leído y que siempre me ha llamado la atención: “el que ve siempre es visto”.

“La contradicción”

Siento un inmenso placer ocultándome; me resulta tan cotidiano que me hace acomodarme. Disfruto de la necesidad de permanecer así, sin ver, sin comunicar, sin estar en el otro. Es un estadio uterino, ancestral, la sensación de la cueva, de la burbuja. Los movimientos sutiles, lentos, casi imperceptibles, como si en lo súbito, algo de su misterio se perdiese, se difuminase. Me inquietan los ojos que me hacen evidente; no quiero que me vean, no quiero ver. Es la necesidad de protegerse, de proteger, “si no lo veo, no existe”. “Si tú lo ves, me harás partícipe” y te evito; no quiero verme en el reflejo de tus ojos, me sentiré expuesta y no me gusta. Corro, huyo, busco un lugar a salvo, donde poder permanecer escondida, esperando que alguien me descubra.


De cara a la pared, ojos tapados, se oyen los pasos avanzando… “un, dos, tres al escondite inglés”. Estatuas que dejan dilucidar, por su actitud, la intención del avance. Los ojos expectantes, la risa contenida…”un, dos, tres al escondite inglés”. “¡Llegué!”. Llega como en el colegio, como en la infancia. Siempre esa ilusión de “llegar”, de picársela, ser quien observa el anhelo por conseguir la meta. Sentir el poder de decidir quien tendrá que volver una y otra vez a intentarlo.
Después sólo resuena la canción, con su tempo, su silencio, el juego se transforma, se conquista el espacio; sigue siendo divertido. Entonces surge el no querer ver y algo cambia. Más contenido, más hacia dentro. Aunque la visión sea desde no ver a observar, hay algo que se ha modificado, es una sensación más personal y, sin embargo, mantiene algo de infantil.. ¿De qué se esconde?, ¿Qué es lo que se busca?...
Entonces surge, la mujer que no quiere ver, que avanza y retrocede en una misma línea, como si salirse de esa recta supusiese perder el equilibrio, lo conocido, lo seguro y no quiere ver. Ya no es una niña jugando, es la esencia de ese juego que la enseñó a inhibir, a controlar. Se quedaría así parada, tapada, cubriéndose los ojos con sus brazos, sintiéndose recogida sobre sí misma y dejaría pasar el tiempo pero, el otro, la reclama, la busca, quiere que salga de sí misma. Ella le mira, le evita, no quiere ver. “No te empeñes, me quedaré cerrada, ciega; ¡vete!”. La ausencia es tan incómoda como la presencia, le quiere y no le mira; el hecho de intentarlo ya le honra pero no le será tan sencillo. Es como si ese cubrirse, la protegiera y, sin embargo, la hiciese sentirse infinitamente sola y le busca. No sabe si el otro entiende que no quiera ver porque parece estar en su propio juego, ajeno a la negativa, ausente y presente, ávido de expresar algo que aún no sabe qué es y ella, sólo por eso, le deja acercarse. Huye, una y otra vez, huye, ciega y cerrada; no es que no quiera ver, es que no puede.







1 comentario:

  1. Marisa,a través de este recién nacido blog, estás dando a conocer lo que el espectador ignora, lo que se "cuece" en los procesos de investigación en el lenguaje del movimiento: que es lo que nos mueve, los sentimientos que nos provoca, y que es desde esos sentimientos, ordenados, enlazados en el espacio y en el tiempo escénico, de donde sale la obra creativa.

    Profundas, desnudas y sinceras son tus palabras.

    Éxito con este interesante blog

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